domingo, 10 de octubre de 2010


EL ETERNO RETORNO DE
JORGE LUIS BORGES
En el ojo de
«El Aleph»


Las coincidencias acerca del posible homenaje de Borges a Dante Alighieri y la Divina Comedia, cierran especialmente en la descripción de la visión producida por medio del aleph, visión que abarca el mundo entero, tal como ocurre con la obra de Dante. Estos datos serían suficientes si no estuvieran reforzados por la confesión del propio Borges sobre su inclinación a inventar historias acerca de libros de otros autores. Su obra no desmiente esa confesión.
En El Aleph el escritor utiliza sus siempre ajustados recursos, cuyo rigor no impide que se despliegue el lenguaje en vertientes irónicas, humorísticas o poéticas. Su implacable crítica al estilo rebuscado y pomposo de Daneri. elaborada con agudeza, permite reflexionar sobre ciertas costumbres literarias de la época (1929/30) cuyos vicios nunca contaminaron la obra de Borges. Abruma la maestría y el dominio del escritor en el conocimiento y control de esos vicios.
Pero donde tal vez nos apasionemos más, es en el intento de despiezar el método utilizado por Borges para elaborar sus cuentos: Nos narra una historia de amor tan grande como imposible y humillado. Beatriz, muerta en una « candente mañana de febrero» está en el centro de esa historia. Casi enseguida ese centro es ocupado por Carlos Argentino Daneri, quien comienza a inquietar al lector, primero con su palabrerío, y luego con la revelación de la existencia del Aleph. A partir de esa revelación, es el Aleph quien pasa a ocupar el centro del cuento. Una historia que sirve para mostrarnos otra, y llevarnos a una tercera, la principal y definitiva.

En la magnífica concepción borgeana, todas esas historias son una sola, como es sólo uno el Libro escrito por la humanidad entera: un libro que aún se está escribiendo; como es uno sólo el Hombre en el cosmos.
Por último, somos el Aleph, la primera letra del alfabeto hebreo: el hombre que apunta con un brazo hacia arriba y el otro hacia abajo, indicando que aquello que está allá en lo alto es igual a lo que yace a nuestros pies. Somos el Aleph. Lo somos en el inexorable paso del Tiempo, que nos duplica en testigos y protagonistas del proceso que sigue todo aquello que integramos, que nos involucra y nos constituye, y que padece, como la incalculable piedra, la erosión que engendra el interminable correr del río de Heráclito.
La narrativa borgeana estuvo siempre rodeada de expertos que la analizaron y aún lo siguen haciendo.
No podemos dejar de recordar el comienzo del Poema de los Dones:
Nadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.

Quienes leemos sus cuentos, seguimos deslumbrándonos y disfrutando, sin saber cómo pudo lograr esos textos desde la enorme noche que le fue destinada.