martes, 17 de enero de 2012

EN LA BOCA DEL DRAGÓN

KEN FOLLETT 
Un maestro de las tensiones, de la acción contínua, de los límites, de los personajes extremos.
Es el primer libro que leo de este autor, y debo confesar que no podía abandonarlo. Me impresionó su capacidad de enganchar al lector desde el comienzo, y cómo lo mantiene interesado hasta el final. Su narrativa es dúctil, pudiendo llegar a lo más fino sin romperse. Conoce la psicología del lector medio, y por eso viste a cada uno de sus personajes en cada una de sus apariciones, con la ropa adecuada, lo que ayuda a completar su descripción. Todo el tiempo Ken Follet viste a sus personajes.
La novela no decae en ningún momento. Es más, crece y crece la tensión de la historia, de tal modo que es imposible abandonar la lectura. Para eso utiliza la acción contínua, que describe hasta la manía.
El tema se apoya en un personaje que decide presionar al gobernador para que frene la construcción de una represa, y lo hace provocando terremotos, lo que obliga al FBI a tomar riendas en el asunto en la persona de una de sus agentes, para llegar a desenmascarar al individuo y evitar los sismos. El relato de los hechos está animado por el estilo de narrativa del autor, que fluye con total soltura, encadenando personajes, acciones y elementos de tecnología, sin que nada interrumpa la coherencia de la novela que, página a página, gana en tensiones hasta lograr un lector ávido que no abandonará la lectura hasta llegar al final de la historia.
Sismólogos, hippies y comuneros comedores de arroz, estos últimos liderados por un hombre que logra dominar con su personalidad al resto de los personajes, un poderoso camión vibrador sísmico, una hermosa agente del FBI con ojos orientales, un hippie de larga y oscura cabellera enrulada, son algunas de las herramientas que utiliza Ken Follet para esta novela.   




  

miércoles, 4 de enero de 2012

YASUNARI KAWABATA "La Casa de las bellas durmientes"

Terminé de leer "La casa de las bellas durmientes" de Yasunari Kawabata. Lo compré buscando algo más oriental que Murakami, que encuentro americanizado. El equilibrio en las descripciones creo que es el mayor esfuerzo del trabajo. De un erotismo delicado aunque muy sugestivo, pasa al conflictivo mundo interior de un anciano que duerme junto a muchachas vírgenes narcotizadas, (sacrificadas para complacer a ancianos impotentes y tal vez un tanto promiscuos).

Un libro que no llega a las cien páginas, estremece hasta la pesadilla. Detrás (en mi opinión) el oscuro destino que se otorga a la mujer como simple objeto de placer para el hombre, permanece en todos los personajes, incluida la madama que regentea la casa.

De un lenguaje que cuida no llegar a los extremos, la novela se mueve entre los perfiles duros de una realidad disfrazada de fantasía, a las reflexiones filosóficas del personaje Eguchi, de su propio pensamiento culposo que se pregunta acerca de los que acuden a la casa de las durmientes: ¿pagarían dinero sin un sentimiento de culpabilidad por la muchacha que les era sacrificada, o acaso la misma culpa secreta contribuía a aumentar el placer?
Terrible y breve libro, con el lenguaje de la poesía típica de las descripciones orientales, y la fuerza latente del pecado asumido

LEYENDO
«El Túnel» de ERNESTO SÁBATO

Detrás del personaje torturado, fruto de la angustia existencial que acomete al solitario en las grandes ciudades, está el hombre que se interna dentro de sí mismo, en busca de sus más nocturnas contradicciones.
Juan Pablo Castel, artista plástico, es un personaje raro, en quien sus constantes dudas suelen volcarse en ridículas fantasías donde él se ve a veces como locuaz, otras como parco, cuando sueña el modo en que abordará a la mujer amada.
Sábato rescata en esta obra, con admirable detallismo la desdicha de la ridiculez.
El pintor se enamora de una mujer que asiste a la exposición de sus cuadros. A partir de ese momento se desarrolla una historia que termina en tragedia. No estamos cometiendo el desatino de contar el final de libro, sino el comienzo: «Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne».
A partir de esta confesión, el lector será despistado todo el tiempo a través del lenguaje sombrío del personaje, cuya conducta extraña resulta por momentos asfixiante, generando tensiones que llegan a un límite exasperante del que aflojan de golpe, haciéndonos creer que por fin se vuelve a la normalidad. Esta sensación dura poco, pues de nuevo se generan situaciones contradictorias. A esta altura el lector ya está adaptado a los cambios de humor de Castel, a su conducta extraña, a su locura y sus reflexiones desesperadas e inconexas.
El personaje de Juan Pablo Castel, está minuciosamente descripto por Sábato en las palabras del narrador, en sus acciones, en la exteriorización de sus pensamientos.
La soledad absoluta del hombre que jamás podrá ser feliz, se hace más consciente cuando se enfrenta con sus propios fantasmas, dentro del túnel.
Las fuerzas oscuras dominarán al hombre esta vez, como lo harán más tarde en «Abadón el exterminador».
El autor del «Informe sobre ciegos, de «El escritor y sus fantasmas», de los testimonios de «Nunca más», y de cada una de sus numerosas obras, nos enfrenta a los dos extremos de los opuestos, extremos que ni siquiera podemos ignorar cuando miramos algunos de sus cuadros.
(*) «¿Qué somos? ¿Adónde vamos… en este caos de sangres y culturas? La literatura, esa híbrida expresión del espíritu humano que se encuentra entre el arte y el pensamiento puro, entre la fantasía y la realidad, puede dejar un profundo testimonio de ese trance, y quizá sea la única creación que pueda hacerlo».
(*) del Informe sobre ciegos. 




LEYENDO
EL PÉNDULO DE FOUCAULT
de Umberto Eco

Entretejida en una trama de misterios esotéricos, la historia central del libro: una conspiración universal, nos hace pensar, después de haberlo leido, que no todo es tan claro como creíamos.                    
Eco relaciona el péndulo de Foucault, sus connotaciones virtuales y reales, con la primera Esfera del Arbol Sephirotal de la Kabbaláh: Keter. Posteriormente irá dándole a cada capítulo el nombre de la siguiente Sephira: Hochmah, Binah, Hesed, Geburah, Tipheret, Netzah, Hod, Yesod, Malkut, omitiendo a la invisible Daath.
Sus disquisiciones acerca del Punto Quieto del péndulo, con la idea de lo absoluto: el Todo o la Nada; su manifestación en el movimiento de ritmo perfecto que el Punto que no puede dimensionarse proyecta hacia abajo; la vinculación entre las imágenes que sugiere, con el origen del hombre y sus migraciones, con los Sabios del comienzo, con sus inconmensurables descubrimientos, con el «único lugar estable del cosmos» allá arriba, en Keter seguramente, el instante inmediato anterior a la explosión del Big Bang, todo ello envilecido por la inconsciencia manifiesta de la joven pareja - símbolo del número dos - que lo contempla apenas curiosa, y que desconoce hasta sus propias funciones en el Universo, no descomponen en ningún momento el armazón cabalístico que el escritor se propone desde la primera línea, desde el título de la novela.
Paso a paso, mientras encierra los hechos en los siguientes Sephirots nos sumerge en La Gran Pregunta iniciática, en la carrera secuencial que desarrollaron los sabios guardadores de los Misterios, pasando por cada una de las religiones creadas por el hombre, sectas, órdenes y hermandades que se suponen o se saben, Rosacruces, Pitagóricos, Esenios, Templarios, Masones...
Más allá de la fascinación que ejerce su palabra escrita, el erudito piamontés despliega una gama de recursos de información, ( por lógica encierra secretos en una computadora a la que llaman Abulafia, )  que después abre en abanico, sin importarle un ápice que el lector quede preso definitivamente (no estoy exagerando) entre lecturas y posibles investigaciones.
Llegamos al corazón del libro; a la síntesis de todas las ideas, de todos los misterios, cuando su amada, trazando un experto mapa numerológico, le dice que está embarazada.
Casi al  final, al encontrar el Texto Clave, dice el narrador: «Más que leerlo, lo revivo».  Decimos: el libro de Eco, más que releerlo, lo revivimos.



LEYENDO
EN MEMORIA DE PAULINA
de Adolfo Bioy Casares

No sé por qué, pero siempre imaginé que escribió este cuento a partir de una noche en que él y Borges conversaban en el corredor de una quinta, tal como narra este último en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Estaban en un extremo del corredor, en cuyo fondo había un espejo. Bioy se lo comentó a Borges, sabiendo que éste le temía a los espejos, pero debía decírselo porque Borges le había pedido que le describiera el sitio en el cual se encontraban (deducción mía). El tema de conversación recayó fatalmente en los espejos, y decidieron escribir cada uno un cuento. Borges creó «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» y Bioy «En memoria de Paulina», los mejores cuentos que han escrito, según mi gusto. Así creo que nació esta obra.
En memoria de Paulina es quizá el trabajo de Bioy Casares que más me admiró por la maestría con que movió a sus personajes y sus vivencias: un movimiento inesperado totalmente, que nos aleja y nos regresa transformándolo todo, confundiendo las vidas en una simbiosis tal que, los meros recuerdos, convertidos en imagen, superan toda hipótesis.
Poco hay que decir, sólo debe ser experimentado más que leído, este trabajo que narra sentimientos y hechos con crudeza tal que, el lector no puede eludir involucrarse en la trama para entender aquello que el escritor nos dice con toda claridad, pero nos llega a través de un espacio velado.
El amor imposible y la imposible resignación; la fuerza de lo brutal acometiendo la carne y el espíritu, aquello capaz de violar lo más amado; la increíble fuerza de los celos incontrolables; el regreso hacia la luz, la inevitable caída de los velos, la irremediable verdad, la muerte.
Maestría y talento unidos en una obra que no se puede dejar de leer.       


LEYENDO A JOYCE
«ULISES»
Lo leí dos veces. Era necesario porque la primera vez salté muchísimas páginas, y no sabía qué perdí al hacerlo. La segunda lectura, más responsable, me hizo sentir un texto entre líneas, algo que necesitaba ser abierto para no creer - como muchas veces me ocurrió - que estaba perdiendo mi tiempo con algo imposible o intraducible. Trabajo lleno de símbolos e imágenes que desbordan los márgenes, y de descripciones minuciosas, admirables y pesadísimas.
Sólo puedo comentarlo a grandes rasgos. Algo que salta a la vista, es la crudeza de lenguaje para reflejar el pensamiento que uno esconde, aquello que por pudor o vergüenza no queremos compartir, escrito con el sistema de fluir de la consciencia, nada fácil por cierto. En este caso, Joyce no se privó de nada. Sacó de dentro de sí mismo y de lo sospechado en los demás, todo.
El otro aspecto que se comprueba enseguida, es el manejo de las distintas técnicas o escuelas narrativas con total desenvoltura.
Hay capítulos que me resultaron fáciles de leer, otros muy difíciles.
El comienzo nada sencillo, hace retroceder a cualquier lector medio. He querido convencer a algunos amigos de abordar su lectura, y con dificultad llegan a la página treinta y me lo devuelven porque no pueden seguirlo.
Los personajes que van apareciendo, casi no necesitan hablar, están pintados aunque lo hagan con una sola frase cada uno de ellos. Sabemos enseguida como y quien es cada cual.
En mis dos lecturas me manejé sin textos de apoyo, sólo Joyce y yo. El personaje de Bloom no puede lograrse sin haberlo escrutado hasta el hueso. Eso lo noté la primera vez, y en mi segunda aventura sólo quería llegar al lugar donde aparece Poldito para gratificarme con él.
Esteban Dédalus, quizá por un cierto natural fastidio de Joyce hacia sí mismo, es un personaje antipático, culto, y por cierto me dejó con las ganas de conocer más acerca de su relación con Leopoldo Bloom.
Maruja no sólo es infiel, es terriblemente inculta, de bajos sentimientos, y Joyce no le otorga un solo mérito. Sabemos que canta lírico, pero no cómo lo hace. También sabemos que para los hombres es «algo serio» por sus senos y su fama de infiel. En su monólogo sólo habla de sexo y de sus posibles amigos o de los que ya tuvo. Tiene por Bloom cierta admiración, pero también lo desprecia. Este largo monólogo desnuda todos los sentimientos de Molly y cierra el libro.
Los comentarios de Leopoldo Bloom (Poldito) acerca de la muerte, de los cadáveres, de sí mismo imaginándose cadáver, son de total crudeza y sin concesiones. Las apariciones de Bloom entre los hombres de su medio, están marcadas por el desprecio de los otros. Bloom se enamora mucho, o se excita mucho, le pasan cosas, y si tiene que ir al baño, lo dice en su monólogo interior con todo detalle. Leopoldo Bloom es cultísimo, buena gente, de nobles sentimientos, que no quiere llegar a casa todavía.
Ahora sí, veré si busco textos de apoyo que me permitan valorar esta obra, olvidando un poco el esfuerzo tremendo que debí hacer para leerla toda. ¿Por qué lo hice? Por disciplina. ¡Cómo no leer el Ulises de Joyce!  Un libro que estuve buscando largo tiempo sin poder comprar, y que finalmente me regalaron. Cuando lo tuve en mis manos, sentí que era la joya más preciada. Quizá me desilusionó en varios sentidos. Quizá esperaba algo menos importante y más legible. Tal vez esperaba sólo gratificarme con su lectura, y lejos de eso, fue un ejercicio duro, difícil, y me alegro de haber podido con él, imperfectamente, si, pero de algún modo lo pude. 


LEYENDO A
JULIO CORTÁZAR
«CASA TOMADA»

A veces, hablamos con amigos acerca de Borges, de Onetti, de Rulfo, y nos colocamos a distancia, necesaria por respeto hacia los grandes, pero cuando uno habla de Cortázar, nos cambia el gesto y aparece la ternura de lo feliz que nos hace leerlo.
Hablar de Cortázar es estar con él. Alguien que es capaz de decirnos cómo las gotas de lluvia que caen sobre el vidrio engordan y se aplastan contra el piso, y como algunas se aferran con uñas y dientes para no caer y otras se suicidan, y que puede darnos una lección acerca de cómo llorar, o se dirige a su amada en un poema diciéndole que cree que no la quiere y concluye que su sentimiento es como el de la mano izquierda enamorada del guante que vive en la derecha, alguien que se nos acerca con ese lenguaje, nos enamora, y ya no hay distancia posible entre él y nosotros.
Los que escribimos cuentos, sabemos lo difícil que es para uno, cuando uno no es Cortázar. El cuento es una obra de arte. Tiene leyes, o llamémoslas «constantes», pautas, que hay que respetar en todos los casos. Hay que conocerlas antes de lanzarse a escribir.
Muchos han dicho que un cuento es un flash, un relámpago, un momento. Cortázar hizo comparaciones entre la novela y el cuento: la novela es como el cine, y el cuento es como una fotografía. La novela puede extenderse por la vida, el cine puede reflejar ese fluir, pero una foto tiene un momento preciso y límites de espacio. También el cuento. Por eso él nos dice que el cuento «es un género de difícil definición, … huidizo… secreto y replegado en sí mismo, caracol del lenguaje», y agrega: «hermano misterioso de la poesía en otra dimensión del tiempo literario».
El tiempo y el cuento. Verticalidad del cuento. No acumulativo. Espacio y tiempo limitados. Cuento largo o novela corta.
Personalmente creo que Cortázar tuvo una influencia muy especial de Marcel Proust, de James Joyce y por momentos de Kafka, pero siempre con el sello de Cortázar.
Como sea, tenía el don de decir mucho con poco.
En «Casa Tomada» tenemos un ejemplo de lo que nos mueve a bucear en profundidades. ¿De qué nos está hablando en este trabajo? ¿Quiénes son «ellos», o deberíamos decir «ello»? Cada lector puede ser una hipótesis.
En un microclima de silencio, de tiempo suspendido, se produce la irrupción de fuerzas oscuras. Una pareja de hermanos ya mayores, vive solitaria en una casa en la que cómodamente «podrían vivir ocho personas sin molestarse».
Envueltos en una rutina complaciente, su vida transcurre feliz. Hacen todos los días las mismas cosas. Limpian toda la casa, -incluso la parte que jamás utilizan-(observar cómo el lenguaje coloquial distrae al lector acerca de imágenes de múltiples lecturas) y hacia el mediodía ya no les queda trabajo por hacer. Almuerzan. Luego ella teje y él lee.
En ese ambiente tranquilo, en el que se sienten a gusto, sorpresivamente aparecen indicios inquietantes. Quien narra el hecho es el hombre, utilizando una forma en su lenguaje que más parece borrar pistas que aclarar los hechos.
La actitud de los personajes exaspera la imaginación de quien lee.  Este cuento es el círculo perfecto. Dentro de su bola hermética ocurre algo. No sabemos qué es. Sólo sabemos que no podemos dejar de leer. Es obra de la magia de Cortázar. La participación activa del lector, sometido a tensiones que se van ajustando cada vez más, lo convierte en parte del relato con sus múltiples lecturas.
Dentro de la bola hermética, quedamos quienes leemos Casa Tomada, buceando en todo aquello que tiene el poder de tomar nuestros espacios, inexorablemente.