miércoles, 4 de enero de 2012


LEYENDO A
JULIO CORTÁZAR
«CASA TOMADA»

A veces, hablamos con amigos acerca de Borges, de Onetti, de Rulfo, y nos colocamos a distancia, necesaria por respeto hacia los grandes, pero cuando uno habla de Cortázar, nos cambia el gesto y aparece la ternura de lo feliz que nos hace leerlo.
Hablar de Cortázar es estar con él. Alguien que es capaz de decirnos cómo las gotas de lluvia que caen sobre el vidrio engordan y se aplastan contra el piso, y como algunas se aferran con uñas y dientes para no caer y otras se suicidan, y que puede darnos una lección acerca de cómo llorar, o se dirige a su amada en un poema diciéndole que cree que no la quiere y concluye que su sentimiento es como el de la mano izquierda enamorada del guante que vive en la derecha, alguien que se nos acerca con ese lenguaje, nos enamora, y ya no hay distancia posible entre él y nosotros.
Los que escribimos cuentos, sabemos lo difícil que es para uno, cuando uno no es Cortázar. El cuento es una obra de arte. Tiene leyes, o llamémoslas «constantes», pautas, que hay que respetar en todos los casos. Hay que conocerlas antes de lanzarse a escribir.
Muchos han dicho que un cuento es un flash, un relámpago, un momento. Cortázar hizo comparaciones entre la novela y el cuento: la novela es como el cine, y el cuento es como una fotografía. La novela puede extenderse por la vida, el cine puede reflejar ese fluir, pero una foto tiene un momento preciso y límites de espacio. También el cuento. Por eso él nos dice que el cuento «es un género de difícil definición, … huidizo… secreto y replegado en sí mismo, caracol del lenguaje», y agrega: «hermano misterioso de la poesía en otra dimensión del tiempo literario».
El tiempo y el cuento. Verticalidad del cuento. No acumulativo. Espacio y tiempo limitados. Cuento largo o novela corta.
Personalmente creo que Cortázar tuvo una influencia muy especial de Marcel Proust, de James Joyce y por momentos de Kafka, pero siempre con el sello de Cortázar.
Como sea, tenía el don de decir mucho con poco.
En «Casa Tomada» tenemos un ejemplo de lo que nos mueve a bucear en profundidades. ¿De qué nos está hablando en este trabajo? ¿Quiénes son «ellos», o deberíamos decir «ello»? Cada lector puede ser una hipótesis.
En un microclima de silencio, de tiempo suspendido, se produce la irrupción de fuerzas oscuras. Una pareja de hermanos ya mayores, vive solitaria en una casa en la que cómodamente «podrían vivir ocho personas sin molestarse».
Envueltos en una rutina complaciente, su vida transcurre feliz. Hacen todos los días las mismas cosas. Limpian toda la casa, -incluso la parte que jamás utilizan-(observar cómo el lenguaje coloquial distrae al lector acerca de imágenes de múltiples lecturas) y hacia el mediodía ya no les queda trabajo por hacer. Almuerzan. Luego ella teje y él lee.
En ese ambiente tranquilo, en el que se sienten a gusto, sorpresivamente aparecen indicios inquietantes. Quien narra el hecho es el hombre, utilizando una forma en su lenguaje que más parece borrar pistas que aclarar los hechos.
La actitud de los personajes exaspera la imaginación de quien lee.  Este cuento es el círculo perfecto. Dentro de su bola hermética ocurre algo. No sabemos qué es. Sólo sabemos que no podemos dejar de leer. Es obra de la magia de Cortázar. La participación activa del lector, sometido a tensiones que se van ajustando cada vez más, lo convierte en parte del relato con sus múltiples lecturas.
Dentro de la bola hermética, quedamos quienes leemos Casa Tomada, buceando en todo aquello que tiene el poder de tomar nuestros espacios, inexorablemente.

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