miércoles, 4 de enero de 2012



LEYENDO
EL PÉNDULO DE FOUCAULT
de Umberto Eco

Entretejida en una trama de misterios esotéricos, la historia central del libro: una conspiración universal, nos hace pensar, después de haberlo leido, que no todo es tan claro como creíamos.                    
Eco relaciona el péndulo de Foucault, sus connotaciones virtuales y reales, con la primera Esfera del Arbol Sephirotal de la Kabbaláh: Keter. Posteriormente irá dándole a cada capítulo el nombre de la siguiente Sephira: Hochmah, Binah, Hesed, Geburah, Tipheret, Netzah, Hod, Yesod, Malkut, omitiendo a la invisible Daath.
Sus disquisiciones acerca del Punto Quieto del péndulo, con la idea de lo absoluto: el Todo o la Nada; su manifestación en el movimiento de ritmo perfecto que el Punto que no puede dimensionarse proyecta hacia abajo; la vinculación entre las imágenes que sugiere, con el origen del hombre y sus migraciones, con los Sabios del comienzo, con sus inconmensurables descubrimientos, con el «único lugar estable del cosmos» allá arriba, en Keter seguramente, el instante inmediato anterior a la explosión del Big Bang, todo ello envilecido por la inconsciencia manifiesta de la joven pareja - símbolo del número dos - que lo contempla apenas curiosa, y que desconoce hasta sus propias funciones en el Universo, no descomponen en ningún momento el armazón cabalístico que el escritor se propone desde la primera línea, desde el título de la novela.
Paso a paso, mientras encierra los hechos en los siguientes Sephirots nos sumerge en La Gran Pregunta iniciática, en la carrera secuencial que desarrollaron los sabios guardadores de los Misterios, pasando por cada una de las religiones creadas por el hombre, sectas, órdenes y hermandades que se suponen o se saben, Rosacruces, Pitagóricos, Esenios, Templarios, Masones...
Más allá de la fascinación que ejerce su palabra escrita, el erudito piamontés despliega una gama de recursos de información, ( por lógica encierra secretos en una computadora a la que llaman Abulafia, )  que después abre en abanico, sin importarle un ápice que el lector quede preso definitivamente (no estoy exagerando) entre lecturas y posibles investigaciones.
Llegamos al corazón del libro; a la síntesis de todas las ideas, de todos los misterios, cuando su amada, trazando un experto mapa numerológico, le dice que está embarazada.
Casi al  final, al encontrar el Texto Clave, dice el narrador: «Más que leerlo, lo revivo».  Decimos: el libro de Eco, más que releerlo, lo revivimos.


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